Mi flaquito,
Hoy te escribo con el corazón en la mano y el alma rota, recordando el doloroso suceso de ayer. No hay palabras que alcancen para expresar lo que sentí en esos momentos, cuando todo a mi alrededor parecía detenerse y solo quedaba el miedo y la desesperación.
Antes de que las sombras borren las cosas hermosas, quiero decirte que estoy muy orgulloso de ti. Te has ganado tantos aplausos por tus pequeños, grandes logros, y ver cómo has avanzado en cosas tan importantes me llena de una inmensa alegría. Pero ayer fue diferente; ayer mi corazón se aceleró como nunca antes, y no pude evitar que mil pensamientos oscuros pasaran por mi mente.
Hay pocas cosas tan desgarradoras como verte sufrir, Noah. Ver el dolor o el miedo en tus ojos, sentir que algo te lastima, me consume de una forma que nunca imaginé. Ya te lo he dicho antes: en esos momentos, daría todo lo que tengo —mi vida, mi salud— solo para verte bien, para protegerte de cualquier dolor.
Ayer le decía a tu mamá que solo hace falta un segundo, apenas un instante, para que la vida nos arrebate lo que más queremos. Ahora entiendo lo que siempre me decían tus abuelos: «Espérate a que crezca.» Ahora sé que esa frase cobra sentido en los momentos más temidos. Cada día que pasa y te veo más grande, mi preocupación aumenta, porque sé que te haces más vulnerable al mundo, a sus sorpresas, a sus peligros. Quiero enseñarte, prepararte y protegerte, porque sé que la vida, con sus buenos y malos momentos, a veces llega sin aviso.
En aquel instante, con el corazón paralizado, me sentí inútil. Te tenía en mis brazos y no sabía qué hacer. Fue tu mamá, con su instinto, quien encontró la manera de ayudarte, logrando que volvieras a respirar. Ese instante me recordó cuán frágiles somos, cuán rápido todo puede cambiar. Y aunque hacemos lo mejor que podemos, una sola distracción, un mínimo descuido, puede transformarse en una pesadilla.
No te culpo a ti, mi flaquito. No es tu culpa ni tus berrinches, eres solo un niño. Somos nosotros los que debemos ser fuertes, pacientes y protegerte de todo, aunque a veces nuestra propia fragilidad nos venza. Este momento me ha enseñado tanto, y sé que tú, con tus sonrisas y tus enojos, me sigues enseñando todos los días.
Perdona si a veces fallo en este camino difícil de ser papá, de aprender y de cuidarte. Estoy aquí para ti, con todo lo que soy, y te amo más de lo que puedo decir.
Con todo mi amor,
Papá
Soy mexicano, ingeniero, lector constante, escritor en proceso y guitarrista en práctica. Y claro, siempre aprendiendo algo nuevo, porque aparentemente nunca tengo suficiente.
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Hola, Noah:
¿Sabes? Hoy me dieron muchas ganas de decirte algunas cosas que se me han acumulado desde la última carta. Han pasado varias situaciones peculiares que me encanta observar en ti, y aunque hay algunas que no tanto, sé que no las haces con mala intención. Mamá dice que estás aprendiendo a regular tus emociones, y pensar en eso me ayuda a comprenderte mejor.
Tengo que mencionarte esas frases tan curiosas que sueles decir, como “¿Qué es eso, papá?”, “¡Alto! No me gusta”, “¡Alto! ¡Siga!”. Son tan tiernas y me encanta verte cuando las dices, con esos gestos tan tuyos. Dicen que te pareces mucho a mí, y eso me hace sentir orgulloso, aunque me da un poco de risa.
También hay cosas que debemos trabajar, como aquel momento en el que te vi tomando del cabello a un niño más pequeño que tú. Tuve que llamarte la atención, porque sabemos que esa no era la forma adecuada de reaccionar, pero no te voy a negar que, por dentro, algo en mí celebraba que te defendieras después de recibir empujones de él y de sus hermanos. Y es que el juego era de todos, ¿verdad? Siempre te recordamos, antes de entrar a la zona de juegos, que “el juego es de… ¿De quién?”. “¡De todos!”, respondes, y entiendo que comprendes su importancia. Me doy cuenta también de que prefieres jugar con niños o niñas que te transmiten buena energía, y eso me alegra mucho. Hoy en día, en la ciudad, vemos muchos niños mal educados, y también niñas que parecen muy empoderadas en exceso. No sé qué nos deparará el futuro con esta generación, pero, al verte, creo que mamá y yo estamos formando a un buen niño. ¡A ti!
Cambiando de tema, ya estás a un par de días de iniciar tu proceso para dejar el pañal, y eso me entusiasma. Sé que a ti también te encanta la idea. Estos últimos días, cambiarte el pañal ha sido un reto, y se nota que ya no lo quieres, aunque es difícil explicarte que esto lleva su tiempo y es paso a paso.
Estamos en la etapa más desafiante de este proceso. En la escuela, te consideran un niño muy inteligente, desarrollado y maduro, tanto que eres de los primeros en iniciar este paso. Sin embargo, los que tenemos cierto temor somos mamá y yo, porque sabemos que nadie nos enseña a ser padres. Recibimos muchos consejos, ideas de tus abuelos, videos de internet… en fin, tantas cosas que no necesariamente hacen ver este proceso sencillo. Pero estoy seguro de que también nos vamos a divertir.
Noah, creo que nunca dejaré de aprender en mi rol de ser tu papá, aunque nadie nos lo explique. Espero que nos siga yendo tan bien como hasta ahora.
Eres el mejor, mi campeón.
Con todo mi amor,
Papá